La Iglesia católica tiene dos pescadores, pero un sólo anillo, símbolo por excelencia del poder de las llaves, del poder de atar y desatar «en la tierra y en el cielo». Porque ese poder sí es indivisible, lleva aparejada la infalibilidad (en condiciones muy concretas y pautadas) y eso es lo que perdió el Papa Ratzinger. Es evidente que, con su renuncia, Benedicto XVI introdujo una fisura en el imaginario católico sobre el Primado…
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