Antoni van Leeuwenhoek, el primer microbiólogo

La Microbiología se puede definir, sobre la base de su etimología, como la ciencia que trata de los seres vivos muy pequeños, aquellos cuyo tamaño se encuentra por debajo del poder resolutivo del ojo humano. Esto hace que el objeto de esta disciplina venga determinado por la metodología apropiada para poner en evidencia, y poder estudiar, a los microorganismos…

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El origen tardío de la Microbiología con relación a otras ciencias biológicas, y el reconocimiento de las múltiples actividades desplegadas por los microorganismos, hay que atribuirlos a la carencia, durante mucho tiempo, de los instrumentos y técnicas pertinentes. Con la invención del microscopio comienza el lento despegue de una nueva rama del conocimiento, inexistente hasta entonces.

Antoni van Leeuwenhoek (Delft, 1632-1723) inició en el siglo XVII el camino de la microbiología. Hijo de comerciantes, siguió la tradición familiar hasta que con poco más de 20 años descubre un rudimentario microscopio, de una sola lente con capacidad de ampliación de tres aumentos, que era utilizada por los vendedores de telas. En paralelo a su actividad comercial, desarrolló una importante actividad en la creación de microscopios.

Su pasión por pulir y montar lentes casi esféricas sobre placas de oro, plata o cobre, casi llegó a descuidar sus negocios. Fabricó unos cuatrocientos microscopios simples, con los que llegó a obtener aumentos de casi 300 diámetros. En 1675 descubrió que en una gota de agua de estanque pululaba una asombrosa variedad de pequeñas criaturas a las que denominó “animálculos”. En 1683 descubre las bacterias, por lo que se considera el “padre de la Microbiología”.

Durante varias décadas Leeuwenhoek fue comunicando sus descubrimientos a la Royal Society de Londres a través de una serie de cartas que se difundieron, en traducción inglesa, en las “Philosophical Transactions”. Sus magníficas dotes de observador le llevaron asimismo a describir protozoos (como Giardia, que encontró en sus propias heces), la estructura estriada del músculo, la circulación capilar, a descubrir los espermatozoides y los glóbulos rojos (por lo que también se le considera el fundador de la Histología animal), así como a detallar diversos aspectos estructurales de las semillas y embriones de plantas. Leeuwenhoek se percató de la abundancia y ubicuidad de sus animálculos, observándolos en vinagre, placa dental, etc.

Van Leeuwenhoek diseñó microscopios de lente única para ver más allá de lo que permite el sentido de la vista y desentrañar los secretos de la vida de los seres microscópicos. Fue un visionario de la microbiología. En una carta a la Royal Society, de Londres, Antoni Van Leeuwenhoek se maravilló de lo que había visto en una muestra de agua de un lago cercano. Las lentes de aumento le habían permitido descubrir «pequeños animales», que ahora conocemos como bacterias y microbios.

Antoni Van Leeuwenhoek, al igual que Galileo, pulía sus propias lentes para los microscopios, en un proceso que quedaba en sus manos desde el principio al final. Algunas de sus lentes llegaron a los 200 aumentos. A lo largo de su vida, fabricó 500 lentes y desarrolló fijaciones tanto para pequeñas lentes biconvexas montadas sobre platinas de latón que se sostenían muy cerca del ojo, así como estructuras del tipo microscopio en las que se podía fijar tanto la lente como el objeto a observar.

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Profesional de profesión

Van Leeuwenhoek nació en Delft, Países Bajos, el 24 de Octubre del año 1632, en el seno de una familia menonita comerciante. Cuando tenía seis años su padre falleció y su madre volvió a casarse al tiempo. Su madre y su nuevo marido lo enviaron primero a un internado a Warmond y luego se fue a vivir con un tío a Benthuizen.

A los 16 años de edad su padrastro falleció y entonces su madre lo envió a Amsterdam como aprendiz de un tratante de telas; tras adquirir experiencia como contable y cajero, en el año 1654, a su regreso a Delft, montó su propio negocio de telas y mercería. Para esta misma época también tomó contacto con una lente simple, un instrumento ampliamente difundido en la actividad textil para examinar la calidad de las telas.

Para la década del sesenta obtuvo el cargo de chambelán del Lord Regente de Delft, nueve años después se convirtió en agrimensor, y en 1679 comenzó a desempeñarse como inspector y controlador de vinos.

A su muerte le donó a la Royal Society 26 microscopios que nunca usó y tras fallecer su hija se vendió un gran lote de sus microscopios y lentes. Lo insólito y más codiciado es que algunos de esos microscopios se vendieron con el plus de conservar al último espécimen que este gran científico había avistado a través de ellos.

Sus microscopios eran ciertamente insuperables en calidad ya que permitían más de 200 aumentos, sin embargo, el secreto sobre cómo los hacía se lo llevó a la tumba y hubo que esperar mucho tiempo para que apareciesen modelos tan potentes como los creados por él. Hasta mediados del siglo XX no se pudo llegar a una resolución tan relevante como la que había sabido crear van Leeuwenhoek.

A modo de homenaje, la Real Academia de las Artes y las Ciencias de su país, desde el año 1877 y con una periodicidad de una década, entrega la Medalla Leeuwenhoek, a aquel científico que haya realizado un significativo aporte a la microbiología en la década que lo precedió. Van Leeuwenhoek falleció a la edad de noventa años, el 26 de agosto de 1723 en Delft.

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